Lanzó el cuaderno lejos de él. Seguramente no le había prestado el verdadero cuaderno, debía ser una burla… ese egoísta no había pensado realmente en ayudarlo.
“Te amo”
Rebotó la frase en su cerebro y sintió que las mejillas se le enrojecían, seguramente de rabia, de frustración. Aquél cuaderno quedó olvidado en el rincón de su cuarto, tras la cama blanda donde dormía. No volvió a pensar en él, en sus palabras inútiles en el lápiz barato que escribió las letras.
El resto de la noche su mente divagó entre rotaciones de la tierra, traslación y posiciones del sol en el ecuador hasta que se quedó dormido. Al día siguiente rindió el examen.
Cuando terminó de responder, se sentía levemente más tranquilo. Si había reprobado o no… ya no había nada que hacer. Caminó fuera de la sala sin comentar con nadie las respuestas o la dificultad del Tes. Nunca lo hacía ni tenía con quien hacerlo.
-¿Cómo te fue? – Le preguntó una voz temerosa, Shun adivinó de quien.
-Hyoga – Pronunció sin entusiasmo, sin sorpresa, sin vida.
-Sabes mi nombre… - Habló casi en un susurro el chico de cabello rubio.
-Lo he visto en tu cuaderno – Contestó con molestia.
-Claro – Respiró profundamente - ¿Tienes algo que hacer hoy? El día está hermoso y el parque…-
-Quedemos en el parque, a las 6, quizás podamos caminar juntos – Le dijo Shun con una sonrisa fingida, recordando brevemente ciertos pasajes escritos en el cuaderno, para Hyoga que jamás lo había visto sonreír, le pareció las más hermosa y verdadera de las sonrisas.
-¿En serio?... quiero decir ¡Genial! – Sonrió nervioso el rubio acercándose repentinamente y robándole un beso en la mejilla, para alejarse luego con prisa.
-¡Te veo en el parque! – Gritó desde lejos, entre la gente, Shun sólo miró molesto sintiéndose observado.
-¡A las 6… estaré allí! – Gritó nuevamente para desaparecer por fin.
Justó a las 6 de aquella tarde de verano, un muchacho esperaba a las afueras del parque caminando de un lado a otro, nervioso, sosteniendo en su mano un cuaderno. Otro cuaderno como muchos otros, donde le confesaba en silenciosas palabras sus sentimientos. Sin embargo el tiempo pasó y la noche llegó pronto, cubriendo el pasto verde del parque con un manto oscuro de desilusión. Apretó aquel cuaderno con fuerza, tratando de herirse las manos con él, quizás así el dolor en su palma aliviara el de su corazón. Aún cuando sabía que él ya no vendría, se negaba regresar a casa, porque hacerlo sería aceptar que lo habían dejado esperando si esperanza, sin consideración. Sintió frió y continuó esperando que la noche invitara a todas la estrellas a mirarlo, como plomo pesado sobre su alma.
Cuando Shun aprobó el examen se sintió feliz, satisfecho y tranquilo para continuar el resto del año con su mismo temperamento, con las mismas fuerzas de superioridad. Había dejado esperando a Hyoga deliberadamente porque él, también había jugado con sus sentimientos al darle un cuaderno de idioteces. Pensó que su mensaje había sido claro, porque no volvió a toparse con él en ninguna clase, en ningún pasillo a ninguna hora. Pensó o dedujo que si antes no lo había visto, porque lo vería ahora. Simplemente las cosas eran tal y como antes. Regresó a su casa y se arrojó sobre su cama para descansar. Sin duda había estado sometido a mucha presión aquellos días. Se revolvió un par de veces sobre la cama estirando los músculos. Cuando fijó su mirada en el techo sólo una imagen se apodero de mente. Hyoga. Con esos ojos tan celestes, esa boca que parecía tan cálida. Frunció el seño al darse cuenta que parecía estar pensando en sus cualidades y no en sus defectos. Pero había algo muy efectivo para dar un giro de 180 grados. Buscó el cuaderno arrumbado y lo hojeó para de esa forma recordar cuando lo detestaba.
Releyó alguna de las frases tontas y sin sentido.
Sueño con el murmullo de tu risa
Girando y danzando sobre mis labios
Una tarde de hojas secas en que me miras y yo te miro
Te esperaré pensando en tus pestañas
En tu boca, en tu mejilla fría.
Una tarde de hojas secas en que soy tuyo y eres mió
Si me dejas esperando, con los rojos cálidos en el viento
Seré el amarillo nostálgico sin reprocharte mi crujir seco
Una tarde de hojas secas en que me desprecias y yo sólo sonrío
Llévame en el rubor de tu mejilla, sólo eso te pido
Cuando pises las hojas secas sobre ese corazón que es mió
Una tarde de hojas secas en que espero a que vengas sin ver que hace frío.
Shun terminó de leer las frases con una sensación de asco, su estomago estaba apretado y casi le dolía. Había pasado mucho tiempo desde aquel día, no recordaba el momento, ni la fecha ni el día. ¿Una semana? ¿Dos?
Guardó el cuaderno en su bolso y terminó de embalar sus cosas. Se preguntaba si él había sabido que no iría a la cita de aquel día.
Sin embargo eran frases simples, no tenían nombre ni apellido, no estaban dirigidas a él y por lo tanto no tenía por que pensar en ellas.
“Te amo”
Recordó su mente ágil que había visto su nombre acompañando esas palabras y deseó nunca haber sido tan listo, tan rápido y preciso. Salió de su casa y caminó al parque, un hermoso día había atraído a muchas personas. Por más que miró y trató de imaginar donde lo habría estado esperando aquella vez, no pudo deducir el lugar exacto. El calor del verano lo ahuyentó finalmente y continuó con su camino pisando suelo firme de regreso.
Pasaron los días, los mese y algunos años. En su mente rondaba siempre el recuerdo de aquel muchacho. Ahora pensaba en él más que nunca, casi lo veía entre la multitud. No entendía porque no había ido a la cita, quizás hubieran terminado juntos, como pareja. Ahora sólo pensaba en como sabrían sus besos, sus caricias. ¿Qué expresión tendría si el le sonriera con sinceridad? Con amor… después de tantos años no podía dejar de hojear y hojear aquel cuaderno descubriendo cada vez más que lo amaba.
Sin embargo había perdido en su propio juego de egoísmo y ahora no podía revertirlo. Recordaba su expresión alegre cuando propuso él mismo la cita, cuando confirmo estar a las 6 esperándolo aquella tarde de otoño en el parque. Cuando él lo debió de esperar y esperar hasta que anocheció. Casi no podía soportarlo.
Cuando las hojas comenzaron a caer finalmente, regresó a ese parque tan popular, más como una retribución, decidió que lo esperaría como algún día él lo hizo con tanta ilusión y así por fin dejarlo ir de sus pensamientos. Darse la oportunidad de buscar un amor y perdonarse por su error.
Era simplemente su manera de pedir perdón por lo cruel que fue.
Hyoga había adivinado que él no iría a aquella cita, que no cumpliría que… simplemente no lo quería. Pero no era su culpa, ¿Cómo podía enamorarse así de repente? Pero el amor es así, espontáneo y el no había podido darle una oportunidad.
-¿Shun? – Le preguntó una voz que recordaba muy bien. Volteó sorprendido sin poder creer lo que veía.
-…Hyoga…- Dijo con la voz raspada.
-No creí que te volviera a ver un día, menos aquí – Habló el rubio acomodando su corbata para sentirse menos acalorado bajo el sol de verano.
-Yo… - Dudó un momento, pero sintió que si estaba ahí una vez más, frente a él, era para poder pedir perdón – Yo lo siento, lo siento mucho.
-¿…? – El rubio lo miró extrañado, sin entender a que se refería.
-Siento no haber venido a la cita – Confesó el peliverde.
-Ho, es eso… ya ha pasado mucho tiempo, lo he olvidado – Respondió el otro – No tienes que disculparte.
Shun sintió que sus ojos se aguaban inevitablemente. No podía decir lo que sentía, ¿Con qué derecho?
-Yo lo recuerdo todos los días – Murmuró sintiéndose estúpido, de respuesta sólo recibió una mirada intensa.
-Eso si es una sorpresa – Declaró el otro nervioso.
-Yo leí tu cuaderno, lo he leído cientos de veces… siempre lo leo – Trató de explicase.
-Entiendo… bueno ya debo irme – Dijo el muchacho acomodando su corbata nerviosamente – A menos que tengas algo más que decirme – Inquirió mirándolo con algo parecido a la ilusión, Shun tembló y agachó la cabeza. Hyoga suspiró.
-Adiós Shun, que tengas suerte – Se dio la vuelta y caminó alejándose de él.
El calor del verano lo hacía sudar, sintió que su corazón se apretaba fuertemente y la garganta se le entumecía.
-Espera – Habló tan bajito que nadie podría haberlo escuchado – Espera – Pidió con algo más de volumen – ¡Te amo Hyoga!
El rubio se detuvo al escuchar casi en un grito ahogado la confesión del peliverde.
Se dio la vuelta para mirarlo, sin creer que era cierto lo que escuchaba, pero no lo pondría en duda, si tenía la oportunidad, incluso después de tanto tiempo… la tomaría. Regresó sobre sus pasos y lo sujetó con fuerza para llevarse sus labios justo a su boca. Se besaron largamente, con el deseo contenido de tantos años, con necesidad, con amor.
-¿Puedes perdonarme… por ser tan…? – Pero fue callado por un nuevo beso, más largo y más apasionado.
-Es tal y como lo soñé – Habló el rubio con la voz ronca.
-No lo es – Sonrió el peliverde – Faltan las hojas secas, la brisa de otoño, los tonos naranja.
-Sí que leíste mi cuaderno – Rió el rubio abrazándolo contra su pecho y observando el rostro hermoso de Shun.
-Muchas veces… - Suspiró pasando su mano por la mejilla caliente de Hyoga.
-Entonces, si cierras los ojos… veraz que no necesitamos más que estar juntos para que la tierra giré más a prisa… y sea todo justo como soñamos-
Shun cerró sus ojos mientras era besado nuevamente por esos labios que habían permanecido en sus pensamientos por años. Se estremeció cuando sintió una brisa abrazarlo por sobre los brazos calientes de Hyoga, abrió los ojos y vio a su alrededor el pasto cubierto de hojas secas multicolores, la tarde anaranjada, un crujir seco bajo sus pies… un otoño para amantes.
- Durante el equinoccio es el único momento… - Habló Shun mientras Hyoga lo miraba embelezado - En que el sol está situado justo en nuestro corazón.
-Buen intento – Sonrió para luego besarlo otra vez.
Una tarde de hojas secas en que soy tuyo y eres mió
Fin